Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

La milla es una medida de distancia cuyos orígenes se remontan a tiempos de las legiones romanas. Pero pese a su origen inequívocamente latino, con el transcurrir de los siglos ha acabado siendo la unidad de referencia del mundo anglosajón. Así pasó de un imperio, el romano, a otro, el británico. Y aunque del segundo ya apenas quede también el recuerdo de otros tiempos y esplendores, su forma de medir y pesar se sigue basando en el denominado ‘sistema imperial’, con la milla cómo unidad de referencia a la hora de calcular distancias y, combinándola con el tiempo, velocidades.

La milla tiene su origen en una medida de distancia utilizada en las calzadas del antiguo imperio romano.

Precisamente en recorrer distancias en el menor tiempo posible se basa el deporte más antiguo de todos, el atletismo, una disciplina con gran tradición en los países de la Commonwealth. Por ello no es de extrañar que las carreras de una milla se convirtiesen en una de las pruebas más clásicas en los territorios de habla inglesa. Además, la distancia a recorrer la convierte en una competición con una belleza especial, que requiere velocidad y resistencia, táctica y técnica, inteligencia y fuerza. Y a medida que el tiempo para completarla fue bajando, adquirió un aliciente extra, a medio camino entre el mito y la superstición que envolvía la barrera a la que el mejor registro se iba acercando. Después de una intensa batalla durante los años de la segunda guerra mundial entre los suecos Gunder Hagg y Arne Andersson, en la que ambos se arrebataron la plusmarca una y otra vez, mejorándola en cinco segundos en apenas tres temporadas, el primero de ellos la dejó, a mediados del 1945, en 4:01.4. A menos de un segundo y medio estaba ya la barrera de los cuatro minutos, hito que no faltó quien lo considerase físicamente imposible de alcanzar.

Un augurio que parecía tener visos de realidad cuando el record se estancó en los siguientes años pese a que, con el final de la contienda, el deporte fue poco a poco recuperando el pulso en los países que habían estado implicados en el conflicto bélico. El reto empezó entonces a adquirir cada vez mayor relevancia, ayudado tal vez por la pura y simple belleza escondida en las cifras que lo representaban. Cuatro vueltas a una pista de cuatrocientas cuarenta yardas. Cuatro minutos para completarlas, a exactamente un minuto por giro. Una ecuación sencilla en apariencia pero que no encontraba a nadie capaz de resolverla.

De la lucha por ser el primero en lograrlo nos habla un libro escrito hace ya su buena quincena de años pero que acaba de ser editado por primera vez en español: ‘The perfect mile’, del estadounidense Neal Bascomb. Un relato que es todo un clásico de la literatura deportiva y del que ya había leído algunos fragmentos de su versión original en inglés, encontrados aquí y allá en internet. Ahora acabo de ‘devorar’ su traducción, ‘La milla perfecta’, recibida cómo regalo de Reyes. Y aunque a veces el texto en castellano no haga justicia al autor, con algún que otro error de traducción y un estilo en ocasiones no del todo cuidado, no por ello he dejado de disfrutarlo de la primera a la última página. Por ello, si no lo habéis leído os recomiendo que lo hagáis… y si no conocéis la historia de la que trata dejad ahora mismo de leer estas líneas y, si acaso, volver a ellas cuando lo hayáis terminado. Cómo dicen ahora los aficionados a las series de televisión… ¡Atención, Spoiler! Porque el modo en que Bascomb cuenta la historia es tal que si no sabéis quien de sus tres protagonistas, el australiano John Landee, el británico Roger Bannister o el estadounidense Wes Santee, fue el primero en correr esa mítica milla en menos de cuatro minutos, el suspense de saber cual de ellos lo logra no hará si no aumentar vuestro disfrute de una historia que se lee casi cómo si de una novela de suspense se tratase.

Todo empieza prácticamente en los Juegos Olímpicos del 1952 en Helsinki, a dónde acuden los tres jóvenes atletas con muy diferentes aspiraciones. El norteamericano con la frustración de tener que participar en el 5000 en lugar de en el 1500, que es realmente su mejor prueba y en la que si compiten los otros dos. El europeo con la responsabilidad de ser una de las grandes bazas de medalla del equipo del Reino Unido. El de Oceanía con los interrogantes que le supone enfrentarse a su primera gran competición internacional. El autor va saltando de uno a otro, en un esquema que pronto se hace familiar y convierte en muy ágil la lectura a la vez que te hace vivir por separado y con detalle cómo afronta cada uno de ellos la preparación previa, los días anteriores a sus respectivas pruebas en la ciudad finlandesa y su participación en las carreras. Nos vamos familiarizando con su carácter a través de sus pensamientos, conocemos sus dudas y sus anhelos… y casi acabamos tan decepcionados como ellos cuando su estreno olímpico termina en fracaso. Santee calcula mal en la semifinal del 5000, fuerza demasiado al principio y se desfonda por completo en las últimas vueltas, quedando claramente eliminado. Landy, pasado de forma tras haber competido al máximo durante meses para lograr el billete a los Juegos, no supera la primera ronda del 1500. Y aunque Bannister alcanza la final de esta misma distancia, el esfuerzo de tener que hacer tres carreras en tres días consecutivos, algo a lo que no estaba acostumbrado en absoluto, le pasa factura en el momento decisivo. Se queda sin capacidad de respuesta cuando el luxemburgués Barthel lanza su ataque en la última recta para lograr una sorprendente victoria, mientras el británico se tiene que conformar con el peor puesto en una final olímpica, el cuarto, el primero de los que no reciben cómo recompensa una de las deseadas tres medallas.

Empieza entonces la parte principal del libro, titulada ‘La barrera’. En sus páginas asistimos de cerca a cómo los tres se rehacen de la decepción olímpica y se fijan un nuevo reto, ser el primer atleta en correr la milla en menos de cuatro minutos. Bascomb nos lleva a sus entrenamientos y su vida diaria. Seguimos los pasos de Santee por las competiciones universitarias con en el equipo de Kansas. Los de Bannister a caballo entre sus estudios de medicina y su preparación en Oxford, primero solitaria y después con la compañía de sus amigos Brasher y Chataway y los consejos del preparador austriaco Franz Strampfl. Y acompañamos a Landy machacándose por los caminos rurales de Australia mientras decide dejar atrás a su entrenador de siempre, el tan genial como excéntrico Cerrutti, para poner en marcha las enseñanzas adquiridas en Helsinki charlando y observando al extraordinario Zatopek.

De los tres, es Landy el primero que se acerca a la todavía infranqueable barrera. Y lo hace, además, una y otra vez en carreras disputadas en la época de verano en Australia, tanto a principìos del 1953 cómo del 1954, cuando en Inglaterra y Estados Unidos sus dos rivales aun están en pretemporada y esperan ansiosos las noticias que les llegan del hemisferio sur. Pero cómo si realmente hubiese un muro que impide cruzar al otro lado de los cuatro minutos, el australiano, corriendo en cabeza de principio a fin en competiciones sin rivales a su altura, acaba parando siempre el crono unas décimas por encima del 4:01.4 de Hagg. No sólo la marca de los cuatro minutos permanece infranqueable; el viejo record mundial también se resiste a caer.

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John Landy llegando a meta en una de las muchas millas que corrió en cerca de cuatro minutos

En ambas temporadas, cuando por fin les llega el turno de competir a Santee y Bannister tampoco les va mejor. Bascomb nos presenta cada intento cómo la carrera en la que por fin alguno de ellos lo va a lograr... pero al final el 4 es siempre el primer dígito que leemos cuando nos devela el tiempo del ganador después de narrar con detalle el desarrollo de cada competición. Bannister y Santee también chocan contra ese muro invisible que parece hacer reales los augurios de quienes decían que correr una milla en menos de cuatro minutos es fisiológicamente imposible. Pero si alguno de ellos sabe de fisiología es Bannister, el estudiante de medicina. El inglés está convencido de que la barrera del cuatro no deja de ser algo más psicológico que real. Un obstáculo que se puede superar con la adecuada planificación. Junto a su nuevo entrenador y sus compañeros de preparación estudia al detalle los parciales necesarios, las características de cada uno y el mejor modo de lanzar el ataque definitivo durante el encuentro atlético entre la AAA y la Universidad de Oxford previsto para el 7 de mayo del 1954 en su pista de casa, la de Ifley Road.

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Wes Santee se acercó en varias ocasiones a la barrera de los cuatro minutos pero nunca logró superarla

De la mano del autor nos convertimos entonces en privilegiados espectadores de todo el proceso de preparación y vivimos poco menos que minuto a minuto el día señalado en el calendario de Bannister para alcanzar la cima del Everest del atletismo. Nos metemos incluso poco menos que en su cabeza, escuchando sus pensamientos antes de la carrera. Y se puede decir que sentimos las salpicaduras de ceniza en su piel, el dolor en sus piernas, la tensión en sus músculos, y los latidos de su corazón a medida que van pasando esas cuatro vueltas que han de llevarle a la gloria. La primera rapidísima, con Brasher dándolo todo por su amigo para completar las 440 yardas en 57 segundos exactos. La segunda algo menos frenética pero aun en el objetivo marcado. La tercera, ya con Chataway habiendo tomado el relevo para mantener el ritmo y pasar el toque de campana apenas unas décimas por encima de los tres minutos. Y la última, la decisiva, con Bannister lanzándose en solitario, decidido a culminar la tarea de los tres y cubrir las yardas finales al límite de sus fuerzas para conseguir el ansiado objetivo. Con el mismo suspense que entonces imprimió el speaker de la competición, Norris McWhirter, Bascomb se demora aun dos o tres párrafos antes de anunciarnos que lo ha logrado. Los cronómetros se han detenido al paso de Bannister por la línea de meta en 3:59.4. El estudiante de medicina de Oxford se acaba de convertir en el primero hombre que rompe la barrera de los cuatro minutos en la milla.

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Bannister celebrando el éxito con Brasher y Chataway después de romper la barrera de los cuatro minutos en Ifley Road

Pero la historia no concluye ahí, ni mucho menos. Apenas mes y medio después Landy, que había acudido a Finlandia en busca de rivales más potentes que le sirviesen de acicate extra para correr aun más deprisa, no sólo consigue por fin, el 20 de junio, en Turku, atravesar ese muro contra el que hasta entonces se había estrellado. La primera milla por debajo de cuatro minutos del australiano es casi segundo y medio más veloz que la del británico. En apenas treinta días dos hombres han logrado lo que parecía imposible, y el segundo de ellos no sólo ha bajado de 4:00, también ha dejado atrás el 3:59 para establecer un nuevo record mundial de la distancia en 3:58 justos. Cómo sospechaba tras cada uno de sus intentos fallidos en Australia, Landy tenía la ‘milla sub4’ en sus piernas; nada más le faltaba competir en la carrera adecuada para lograrlo. Bannister le había arrebatado la gloria de ser el primero en conseguirlo... ¡pero ahora el record mundial era suyo!

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John Landy recibiendo un reconocimiento de la Amateur Athletic Association cómo recordman de la milla

Mientras, al otro lado del mundo, Santee se había quedado unos días antes a sólo siete décimas de bajar también de los cuatro minutos en la que era su última carrera antes de incorporarse a filas para el servicio militar. El algo bravucón atleta de Kansas veía escaparse la que él pensaba sería su última oportunidad en unos meses. Lo que no sabía es que el realidad había sido la definitiva. A partir de ahí su papel en esta historia ya sería similar al nuestro cuando la leemos ahora, el de mero espectador en su parte final, la que le da nombre a la obra: 'la milla perfecta'. Porque, después de todo, el título del libro escrito por Bascomb no se refiere al sensacional logro de romper la barrera de los cuatro minutos en la milla por parte de Bannister, por mucho que el inglés ocupe la portada. En realidad está dedicado a la carrera que enfrentó el 7 de agosto en Vancouver a Landy y Bannister con motivo de los 'Empire Games'. Una carrera que hoy día todo el mundo conoce cómo ‘la milla milagro’, que el año pasado nos atrevimos a narrar en la radio junto a Marcos Peón cómo si la estuviésemos viendo en directo, y que en el libro del periodista estadounidense vivimos de otro modo muy diferente y mucho más especial, metiéndonos en la piel de los dos contendientes. Toda la parte final de la obra está centrada en torno a hacernos revivir cada detalle en los días previos a la competición y, sobre todo, nos mete en la pista de ceniza del 'Empire Stadium' junto a ellos para recorrer esa milla mágica. Si nos dejamos llevar por la prosa de Bascomb sentimos lo que siente Landy cuando ataca y se marcha en solitario. Experimentamos la reacción de Bannister, su angustia pensando que no podrá alcanzar al rival. Sufrimos justo el temor contrario con el australiano, ser cazado. Y, finalmente, disfrutamos con el inglés su extraordinario adelantamiento cerca del final y su victoriosa entrada en meta.

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Bannister cruza la meta de la milla en los Empire Games del 1954 por delante de Landy, los dos terminaron la carrera en menos de cuatro minutos

El resto ya es un epílogo más clásico en el sentido de crónica deportiva. Bascomb repasa la posterior evolución del record de la milla y cómo, tras romperse la barrera de los cuatro minutos, ocurrió lo mismo que cuando se abre una grieta en un dique. La avalancha de millas 'sub4' fue creciendo de forma exponencial y hoy día, aunque sigue siendo un crono muy respetable, hace tiempo que está al alcance de miles de atletas de todo el mundo. Pero eso, cómo ocurre con muchas otras cosas en esta vida, es lo de menos. El mayor mérito siempre será para los pioneros. Para quienes se atrevieron a desafiar lo que en su momento parecía un imposible y lo convirtieron en algo asequible para quienes vinieron después de ellos. De eso va, en realidad, la milla perfecta, de superación personal, de marcarse un objetivo y poner todo de tu parte para lograrlo.

MÁS INFORMACIÓN:

THE PERFECT MILE: Three Athletes, One Goal, and Less Than Four Minutes to Achieve It - artículo sobre el libro de Neal Bascomb en Publisher Weekly

‘La milla perfecta’, un clásico de la literatura deportiva por fin en español - por Josep Oliver en la web de literatura 'Papel en blanco'

Bannister's 3:59.4 – artículo sobre la carrera de Bannister en Ifley Road en la web sobre historia del atletismo ‘racingpast.com’

50 YEARS ON, JOHN LANDY REFLECTS – entrevista a John Landy en la web de la IAAF al cumplirse los 50 años de su record mundial de la milla.

Record-Setting Track Star Wes Santee Dies at 78 - artículo sobre Wes Santee publicado en el New York Times con motivo de su fallecimiento a los 78 años de edad

A Short History of the Mile - la historia de la milla, con enlaces a la progresión de su records y las primeras millas 'sub4' de cada país

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