GULIYEV DEJÓ SIN DOBLETE A VAN NIEKERK

Campeonato del Mundo de Atletismo – Londres 2017: Jornada 7

El séptimo día de los mundiales de Londres se cerraba con la muy esperada final masculina de los 200 metros. Todo estaba preparado para el gran duelo entre Van Niekerk y Makwala que no se había podido producir en la de 400. En esta ocasión los dos ocupaban sus puestos en los tacos de salida. El sudafricano decidido a conseguir el doblete 200-400 que sólo el gran Michael Johnson había sido capaz de lograr… y de eso hacía ya un par de décadas. El de Botswana más motivado que nunca después de la montaña rusa de emociones que le había tocado vivir en las jornadas previas. Pero no estaban solos. Mientras que en la carrera de la vuelta a la pista ambos se habían mostrado muy superiores a sus rivales en las rondas previas, en el largo y sostenido sprint que recorre medio estadio ya se había podido ver en las semifinales que había unos cuantos más aspirantes a luchar con ellos por la victoria.

Así que, en realidad, el duelo no era sólo a dos, por mucho que toda la atención mediática estuviese puesta en un mano a mano que tenía todos los ingredientes de esas rivalidades entre dos personajes contrapuestos que tan bien funcionan para atraer la atención. De un lado, el campeón, Van Niekerk, del otro el aspirante, Makwala (aunque eso fuese, en realidad en los 400). El primero con su imagen de buen chico, cortés y educado. El segundo autodenominándose ‘badman’ y encajando perfectamente en el papel del villano que siempre es necesario anteponer al héroe para realzar el interés de la trama. Una trama que empezó a hacerse añicos el día antes de la final cuando las circunstancias (y, especialmente, cómo reaccionó ante ellas) hicieron que el de Botswana se ganase el favor del público mientras el rendimiento del sudafricano sembraba dudas sobre sus reales opciones de vencer también en el 200. Esto ya no iba a ser una pelea del ‘bueno’ contra el ‘malo’. Y, además, los dos no iban a ser los únicos contendientes. Por delante de ellos, y del resto de finalistas, se habían clasificado en sus respectivas semifinales el turco Guliyev (con su velocidad y potencia siendo ya tanta o más amenaza que su intimidador aspecto físico), el trinitense Richards (alto, fibroso, rapidísimo) y el estadounidense Young (una veloz torre de músculos).

La primera final del 200 sin Bolt (¡y sin jamaicanos!) en mucho tiempo se presentaba, por tanto, muy diferente a las que protagonizaba el fabuloso caribeño, en las que el espectáculo era verle ganar, sin que hubiese la más mínima incertidumbre por el resultado. Además, también se planteaba de modo muy distinto a lo previsto unos días antes en el 400, con un ‘repoker’ de favoritos en lugar de solo dos calles en las que fijarse. Y, en efecto, la carrera resultaba de lo más igualada desde el mismo instante de la partida. El más rápido en dejar los tacos y ponerse en marcha parecía ser Young. Pero a mitad de curva ya le estaba cogiendo la compensación Van Niekerk por su interior, mientras Guliyev y Makwala hacían lo propio por su exterior con Richards, que había partido algo más lento por la calle 7. Al entrar en la recta el norteamericano ya se había quedado atrás mientras el sudafricano parecía tener una ligera ventaja sobre el turco y el botsuano. Pero a Makwala se le estaba acabando también el gas. Todo lo contrario que al de Trinidad y Tobago, que surgía a su derecha en plena aceleración mientras Guliyev mantenía el pulso con Van Niekerk, recortando un poco en cada zancada del pequeño margen que aun había entre ambos. Al sudafricano se le hacían interminables los últimos metros, al de Trinidad se le quedaban cortos. En medio de ambos, el turco nacido en Azerbaiyán era el primero en romper con su torso el invisible hilo de llegada. Al final no había ganado ni el ‘bueno’ (segundo, por una milésima sobre el tercero) ni el ‘malo’ (decepcionante sexto), sino el que tenía más pinta de malvado, con sus ojos hundidos, su nariz aguileña, su afilada barba y su pálida piel cubierta de tatuajes. Un azerí nacionalizado turco había acabado por imponerse en una final definitivamente muy diferente a las que protagonizaba Bolt pero no por ello menos fascinante.

Unos minutos antes del esperado 200 masculino se había disputado la otra final de la noche, en lo que a carreras se refiere, la de los 400 metros vallas en la categoría femenina. Y si el día anterior, en la de los hombres, había saltado la sorpresa con el tan fantástico cómo inesperado triunfo del noruego Warholm, no ocurría lo mismo en la de las mujeres… o no del todo. Las estadounidenses dominan con mano de hierro la especialidad, un poco al estilo de cómo hacían sus compatriotas masculinos a principios del siglo pasado o, más recientemente, en los tiempos del imbatible Edwin Moses y de su delfín y sucesor Kevin Young. Con tres atletas del equipo USA en la final, dos de ellas siendo, además, las únicas que este año habían bajado de los 53 segundos, mientras ninguna de las demás había conseguido correr en lo que va de temporada en menos de 54, la medalla de oro y la de plata parecían poco menos que adjudicadas de antemano a la campeona olímpica, Dalilah Muhammad, y a su compatriota Kori Carter. Y, en efecto, ambas se destacaban desde el principio, con Muhammad llegando por delante a la última recta, seguida por Carter, que remontaba entonces desde la calle 9 y acababa superando a su más laureada compañera de equipo. El pronóstico, en cuanto a victoria de una de las atletas de Estados Unidos, se había cumplido… aunque, tal vez, había ganado la que se esperaba que terminase segunda.

El doblete de las estadounidenses en la carrera de vallas se añadía a otro uno-dos para el ‘Team USA’ en la final masculina del triple salto. Una prueba que, cómo había ocurrido en la femenina, deparaba un igualado duelo por la medalla de oro entre los dos primeros clasificados, aunque con menos alternativas. Finalmente se imponía Christian Taylor, que se situaba al frente de la tabla con su segundo salto después de que Will Claye hubiese empezado en cabeza tras el primero. Los dos mejoraban once centímetros en el tercero, con Taylor aterrizando de nuevo cinco más lejos que Claye. Y de ahí al final ninguno podía ir más lejos, dejando mejores sensaciones (¡y mediciones!) el segundo pero sin poder superar el registro de 17.68 del primero. De este modo, el versátil Taylor (bronce mundial en longitud hace diez años, oro en el relevo 4x400 hace tres) añadía otro título de Campeón del Mundo de Triple, el tercero, a su espectacular palmarés, en el que también figuran dos oros Olímpicos en la compleja especialidad que en inglés dividen en algo así cómo ‘brinco’, ‘paso’ y ‘salto’.

La prueba de triple salto en la categoría masculina también tenía otra similitud con la femenina en lo que se refiere a presencia de representación española. Eso sí, Pablo Torrijos no lograba emular a Ana Peleteiro en lo de conseguir meterse entre los ocho mejores con los tres primeros, y, de ese modo, conseguir el puesto de finalista ‘oficial’. El castellonense tenía que conformarse con la décima posición entre los doce competidores que habían llegado hasta la última jornada tras superar la superar la criba de la calificación. Una criba que se presentaba de lo más amenazadora para la fantástica Ruth Beitia en el salto de altura. La campeona olímpica cántabra, lastrada por las lesiones, no llega a este campeonato en las fenomenales condiciones que la llevaron el año pasado a conseguir la medalla de oro en Río. Pero aunque no esté al cien por cien en cuanto a forma, sigue con su doscientos por cien en lo que respecta a garra, pundonor y entrega. Y todo ello lo sacó a relucir cuando, tras dos nulos sobre 1.92, estaba al borde de la eliminación, superó el listón al tercer intento y consiguió el pase a la final de las doce mejores. Lo peor ya ha pasado para Ruth, el resto será ya un extra… y aunque pensar en el oro se antoja más que utópico tras ver saltar aunque sola sea una vez a la rusa Kuchina, ahora apellidada Lasitskene, con la cántabra en pista se puede esperar cualquier cosa. Al fin y al cabo, Londres le debe algo desde aquellos Juegos del 2012 que parecían ser el punto final a su sensacional trayectoria.

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