EL FRANCÉS QUE DA NOMBRE A LA CARRERA MÁS ANTIGUA DE ESPAÑA

El pasado domingo 26 de noviembre alrededor de doce mil corredores participaron en Barcelona en la edición número 94 de la ‘Jean Bouin’, la carrera popular más antigua de España. Una prueba con casi un siglo de vida, ya que nació en 1920 promovida por tres periodistas deportivos a imagen y semejanza de las competiciones urbanas que ya empezaban a ser populares en Francia. Y del país vecino es originario también el nombre que decidieron darle a la nueva carrera, ya que la dedicaron al atleta galo más destacado de aquella segunda década del siglo XX, marcada a fuego por la terrible primera guerra mundial.

Imágenes de la 94ª Jean Bouin

Un atleta nacido en Marsella en 1888 que, si hubiera hecho caso a su profesor de primaria, nunca habría llegado a serlo. Porque al pequeño Jean, huérfano de padre desde temprana edad, le gustaba más estar todo el día corriendo en solitario de acá para allá que unirse al resto de sus compañeros en las partidas de canicas o en cualquier otro de los pasatiempos infantiles de los críos de su edad. Algo que le recriminaba su maestro diciéndole ‘deja de correr y vete a jugar con tus compañeros… ¡correr nunca te dará nada!’. Y, sin embargo, correr se lo acabó dando todo, desde el éxito deportivo al porvenir profesional en una época en la que vivir del deporte era ilusorio, pero en la que ya empezaban a aparecer, de forma tímida y muy diferente a la actual, los mecenas o patrocinadores que, de un modo u otro, podían permitir a alguien de su talento natural dedicar el tiempo necesario a la preparación de modo que fuese compatible con su actividad laboral.

Retrato de Jean Bouin, el atleta que da nombre a la carrera barcelonesa ideada en 1920 por Josep Antoni Trabal, Lluis Meléndez y Rossend Calvet.

En el caso del joven Bouin, el primero en ver sus posibilidades fue el ganador de la maratón de Marsella del 1903, Louis Pautex, al que seguía en sus entrenamientos sin aparente esfuerzo. Animado por el ídolo local, Jean empezó entonces a practicar el atletismo y lo hizo, además, con notable éxito. Se impuso en su primera carrera, una prueba de campo a través, y empezó a sumar victoria tras victoria. En 1904, cuando contaba 16 años de edad, aquel chico de complexión fuerte para su metro sesenta y algo de estatura, era casi siempre el ganador en cualquier competición en la que tomaba parte. Primero en las que se disputaban en su Marsella natal y alrededores. Después en pruebas de cada vez más entidad y hasta fuera de las fronteras de su país, cómo la que ganó en Italia con el agridulce desenlace de descubrir las malas artes de su padrastro, que se embolsó el premio sin decírselo.

El maratoniano Luis Pateux se convirtió en el primer mentor atlético del joven Jean Bouin

Un desengaño que le llevó a independizarse con la ayuda del sueldo que había empezado a ganar ejerciendo cómo correo en la sucursal local de la ‘Societé Generale’, dónde había entrado a trabajar tras fijarse su propietario en las cualidades atléticas de aquel chico y pensar que sus éxitos deportivos podían tener un positivo efecto publicitario para la entidad bancaria. Una apuesta ganadora porque compitiendo con los colores del club atlético de la SG, Jean Bouin se convertiría pronto en uno de los deportistas más populares de Francia gracias a sus continuas victorias. Triunfos cómo el de la Niza-Mónaco, con llegada en las calles del glamoroso Principado de la Costa Azul, en las que, dos décadas antes del nacimiento del Gran Premio automovilístico, la carrera a pie era el mayor evento deportivo. Una prueba que ganará en cinco ediciones consecutivas, las que van del 1908 al 1912.

Pero son sobre todo el cross y la pista las especialidades que da más notoriedad al atleta marsellés. En el 1906, con sólo dieciocho años ya había sido cuarto del Campeonato de Francia absoluto de Campo a Través. Doce meses después, con diecinueve, terminaba tercero. Y al cumplir los veintiuno lograba, en 1909, el primero de sus cuatro títulos consecutivos de campeón nacional. Éxitos a los que acompañan sus cada vez mejores resultados a nivel internacional en la prueba más importante de la época, el cross de las cinco naciones, antecesor del actual campeonato del mundo. En la edición del 1907, la primera en la que Francia se une a los equipos británicos de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales con los que había nacido la competición cuatro años antes, el joven Bouin es decimotercero de la general y segundo entre los franceses. Dos años después, en el 1909, termina segundo, batido al sprint por el británico Woods, de apellido perfecto para unas carreras que se disputan sobre caminos forestales. Y tras una desafortunada caída en la edición del año siguiente llega su primer triunfo en la del 1911, a la que seguirán otras dos más en las dos siguientes campañas.

Paralelamente a sus éxitos corriendo en plena naturaleza, Jean destaca también en las pruebas en pista y es incluido en el equipo francés de 3 millas para los Juegos de Londres del 1908. Un estreno Olímpico que resultará de lo más controvertido y sobre el que nadie sabe realmente a ciencia cierta que acabó ocurriendo para que Bouin, después de batir el record nacional en las series, no aparezca entre los clasificados en la final, que concluyó con el equipo galo en el tercer lugar y consiguiendo, por tanto, la medalla de bronce. Parece ser que el joven atleta salió de noche a celebrar su plusmarca de semifinales, debió de beber algo más de la cuenta y, aquí es dónde discrepan las versiones, unos dicen que fue descubierto por los responsables de su delegación y castigado a no tomar parte en la final mientras otros aseguran que si participó pero no estaba en buenas condiciones y se tuvo que retirar.

Sea cómo fuere, Jean pronto dejó atrás esa decepción del mejor modo posible, logrando uno de los records más apreciados entonces, cuando se tenían más en cuenta los que estaban limitados por el tiempo en vez de por la distancia. A finales de mayo del 1909, en el estadio de Colombes, se lanza en busca del record de Francia de la hora, y además de conseguirlo bate por el camino los de las 3 millas, los 5000 metros, la media hora, los 10000 y los 15000 metros y las 10 millas. En total nada menos que siete records de Francia de una tacada que le confirman cómo el mejor atleta galo en las pruebas de fondo y merecen el premio por parte de los aficionados de su Marsella natal de un cronómetro de oro con sus iniciales grabadas.

Dos años después de esa catarata de plusmarcas, la pista de Colombes es de nuevo el escenario en el que Jean Bouin logra un record, en este caso mundial. Se trata del primero reconocido a nivel internacional para la distancia de los diez kilómetros, que el francés recorre por debajo de una barrera que nadie había superado hasta entonces, los 31 minutos. Su registro de 30’58”8 tardará diez años en ser rebajado por alguien… y no por un cualquiera ya que tendrá que ser el extraordinario Paavo Nurmi quien lo consiga en Estocolmo en el año de 1921.

Pero mucho antes serán precisamente la capital sueca y un atleta finlandés los coprotagonistas, junto con Jean Bouin, de una de las carreras más memorables de la historia olímpica, la final de los 5000 metros en los Juegos que tendrán a Estocolmo cómo sede en 1912. El francés llegaba a su segunda olimpiada mucho más maduro a nivel personal y deportivo. Contaba con su propio equipo que incluía entrenador personal y masajista, en lo que no era si no la evolución lógica de su cada vez mayor dedicación al atletismo. Su preparación era de lo más cuidada y, procediendo del país que tiene cómo lema tres pilares básicos ‘liberté, egalité, fraternité’, no es de extrañar que su entrenamiento también estuviese marcado por tres conceptos fundamentales ‘spécificité, progressivité, diversité’. Pero enfrente iba a tener un rival que también hacía de la vida sana y el entrenamiento sistemático la clave de sus cada vez mejores prestaciones. Se trataba del finlandés Hannes Kolehmainen, el primero de la que acabaría siendo la legendaria saga de los ‘finlandeses voladores’. Un atleta que tenía en común con su rival galo el hecho de haber quedado huérfano muy joven, pero a quien lo correr le venía de familia. Su hermano mayor había sido atleta profesional y sus métodos de entrenamiento, junto a una estricta dieta vegetariana y la vida al aire libre propia de las grandes extensiones rurales nórdicas, estaban en la base de su fuerza y resistencia.

Los dos tenían referencias de las cualidades del otro a través de sus participaciones en carreras británicas. Mientras Bouin había destacado en las de cross, Kolehmainen lo había hecho en las de pista, ganando 22 pruebas consecutivas el año anterior a los Juegos Olímpicos. Y en Estocolmo, el finlandés dejaba enseguida muestras de su clase logrando la medalla de oro en los 10000, prueba en la que establecía el primer record mundial reconocido en la distancia tras dominar con extraordinaria autoridad, distanciando en nada menos que cuarenta y siete segundos a su más inmediato perseguidor.

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Kolehmainen en cabeza, camino de la victoria en los 10000 de los JJOO de Estocolmo 1912

Tres días después de aquella demostración de poder, Kolehmainen se enfrenaba a Bouin en la final de 5000. Con ellos había otros ocho atletas más pero pronto quedaba claro que ninguno de ellos tendría más opción que luchar por la medalla de bronce. El finlandés y el francés se distanciaban en cabeza, formando un dúo lleno de contrastes. Robusto y musculado el galo, con aspecto más de boxeador que de atleta, a lo que también contribuía su corto pelo moreno, con raya al medio, y su atildado bigote, rasgos típicos en las estampas de los primeros ‘sportsmen’ que practicaban el noble arte del pugilismo. Delgado y fibroso el nórdico, de pelo rubio peinado hacia atrás, algo mayor estatura y silueta más característica de fondista. Incluso sus atuendo eran de lo más diferentes pese a tener en común el inmaculado blanco propio de casi todas las equipaciones de la época. Kolehmainen vestía camiseta de manga corta, con un vistoso dorsal y el escudo de la Rusia zarista en el pecho, ya que Finlandia pertenecía entonces al poderoso país vecino. Bouin iba embutido en una camiseta de tirantes sobre cuyo pecho destacaban dos aros entrelazados, uno azul y otro rojo, que con el blanco de fondo componían el clásico tricolor de Francia, presente también en la cinturilla de su pantalón.

Pero por muy diferentes que sean o parezcan su endiablado ritmo es prácticamente el mismo y su ventaja sobre los demás aumenta vuelta a vuelta de forma poco menos que exponencial. Bouin está decidido a dejar atrás a su rival, convencido de que este ha de acusar el esfuerzo de haber competido antes en dos carreras de diez mil y la semifinal del cincomil, la única en la que él ha tenido que tomar parte. Se siente más fresco y está decidido a aprovecharlo imponiendo un ritmo frenético que, pese a un primer mil quinientos no especialmente rápido, les lleva a pasar por el tres mil en un tiempo mejor que el record mundial vigente en la prueba de los tres kilómetros. Pero el finlandés, aunque llega a ceder unos metros, no da síntomas de fatiga. Reacciona, se pega al francés y hasta le rebasa en alguna que otra ocasión, siendo siempre replicado de inmediato por el orgulloso marsellés, que no quiere abandonar en ningún instante la primera plaza.

Y así siguen, codo con codo, sin darse tregua, hasta que a falta de poco menos de vuelta y media, Kolehmainen intenta atacar de lejos. Cambia de ritmo en la recta de contrameta y trata de rebasar a Bouin, que alarga también su zancada. El finlandés se ve a obligado a recorrer la curva por el exterior y ha de volver a situarse detrás del galo, que pasa en cabeza al toque de campana que anuncia el último giro. Entonces es su turno de lanzar el que espera sea el ataque definitivo. Con toda la fuerza que le permiten sus poderosas piernas, Bouin machaca la ceniza de la pista sueca y abre un margen de unos cuatro metros sobre Kolehmainen. El habitualmente frío público nórdico asiste emocionado al que parece ser el momento decisivo y ve con admiración cómo el atleta rubio también acelera y empieza a recortar, palmo a palmo, la diferencia. En la recta de atrás el margen a favor del galo se ha reducido ya a la mitad. En la última curva vuelven a estar pegados cómo prácticamente han ido durante toda la carrera; Bouin delante, Kolehmainen a su estela.

El francés encara en primera posición la recta final, sus ojos fijos en la delgada cinta que indica la llegada y de la que ya le separan menos de cien metros. La medalla de oro está cerca, sólo le falta un último esfuerzo… pero su rostro crispado denota el supremo esfuerzo que está realizando, ya no puede dar más de sí. A su derecha surge el finlandés con unos gramos de energía más, los suficientes para ponerse a su altura a falta de apenas cincuenta metros y de rebasarle para alcanzar la meta unos centímetros por delante, romperla con su pecho, alzar los brazos y proclamarse campeón olímpico por segunda vez en apenas tres días. A su lado, con los brazos abiertos también, pero en su caso en signo que acaba siendo más de rendición que de victoria, Bouin llega segundo.

En todo caso, haya ganado quien haya ganado ha sido una carrera extraordinaria. Los dos han rebajado el record del mundo en casi veinticinco segundos. Nadie hasta entonces había bajado de los quince minutos en la distancia y tanto Kolehmainen cómo Bouin, separados por una décima de segundo, han cruzado la meta apenas seis segundos por encima de los catorce minutos y medio. El tercer clasificado, el británico George Hutson, llega más de medio minuto después y logra la medalla de bronce tras un cerrado duelo con los estadounisenses Bonhag y Berna, a los que bate por un par de segundos.

Imágenes de la final de 5000 metros en los JJOO de Estocolmo 1912

Por eso, aunque no conseguir el oro en la carrera de 5000 y, unos días después, tener que abandonar en la prueba de campo a través, que estrenaba status olímpico y en la que se imponía también Kolehmainen, dejaba un cierto regusto amargo en el siempre autoexigente Bouin, su medalla de plata tenía una muy notable repercusión en Francia y elevaba aun más su popularidad a nivel nacional. Así que Jean no sólo no se desmoralizaba si no que pronto se planteaba nuevos retos, con la vista en los siguientes Juegos, previstos para el 1916 en Berlín. Unos meses después de aquella carrera de 5000 en Estocolmo que se le había escapado en los últimos metros, retornaba a la capital sueca para atacar el record del mundo de la hora. Un objetivo que, además, era doble, ya que en su punto de mira tenía tanto la plusmarca amateur cómo la profesional. Ambas estaban en poder de atletas británicos desde hacía ya unos cuantos años; la amateur la había establecido Shrubb en 1904 tras recorrer 18,741 kilómetros en sesenta minutos, 137 metros menos de los que había logrado en el último año del siglo anterior el profesional Watkins, cuyos 18,878 kilómetros eran el tope máximo alcanzado por nadie hasta entonces en una hora de carrera.

Y aunque en la carrera había más de treinta participantes, a los que Jean Bouin pronto dejaba atrás para ir teniendo que doblarlos una y otra vez, con la consiguiente pérdida de tiempo y el recorrido extra en metros para adelantarlos por el exterior mientras mantenía el exigente ritmo que se había impuesto para lograr su meta, el pequeño y fornido atleta galo superaba no sólo los registros de los dos ingleses si no que, además, rebasaba la barrera de los 19 kilómetros, recorriendo 21 metros más antes de que se completarán los sesenta minutos de agónico esfuerzo. El doble record mundial era suyo, cómo lo eran, de paso, los de dos distancias poco usuales ahora pero consideradas entonces, los 15000 y las 11 millas.

Es el momento álgido en la fama y el prestigio de Jean Bouin. De vuelta a Francia es recibido por una multitud que abarrota la ‘Gare du Nord’ cuando llega a París su tren procedente de Suecia. Escribe un exitoso reportaje en la revista ‘La vie au grand air’, en el que relata al detalle la carrera y su preparación previa, y es también el autor de un libro con consejos para atletas. Incluso hace sus pinitos en el incipiente mundo del cine, con un pequeño papel en una corta película de ambiente romano, y se mueve en los mismos círculos de la alta sociedad y la cultura que la Mistinguette o Maurice Chevallier, con quienes entabla amistad. Ese mismo año, además, logra su tercera victoria en el cross de las cinco naciones, en la primera edición que tiene cómo escenario Francia. Nada parece poder interponerse en su imparable carrera hacia más triunfos, más éxitos, más gloria. Pero entonces, en su camino y en el de muchos otros millones de personas en Europa y parte del resto del mundo aparece un obstáculo poco menos que infranqueable, estalla la que se acabará conociendo cómo primera guerra mundial.

A principios de agosto del 1914, Jean Bouin es uno más en el ejército francés que trata de contener el ataque alemán a través de la frontera con Bélgica. Forma parte del regimiento de infantería 141, y aunque su notoriedad hace que los mandos quieran destinarle un puesto en retaguardia, cómo instructor de educación física de los soldados, Jean declina la generosa oferta y pide ir al frente con sus compañeros de armas. Y allí, en primera línea, procura también seguir con su entrenamiento pese a los rigores de la guerra. De esos raros momentos de descanso entre batallas es, tal vez, una fotografía que nos lo muestra sonriente, con una toalla al cuello y su ropa de atleta cubierta por el pesado uniforme militar.

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El atleta francés con el uniforme del ejército sobre su ropa deportiva

Una imagen que representa a la perfección cómo es recordado en su país, mitad atleta mitad héroe de guerra. Porque a finales de septiembre, un terrible error de la artillería francesa, que equivoca sus cálculos y, en vez de alcanzar con sus obuses las trincheras germanas en el frente del Marne, los lanza sobre la zona ocupada por la vanguardia gala, supone el final para Jean Bouin y muchos de sus camaradas de armas. Atrapados bajo el ‘fuego amigo’, que de amistoso no tiene nada, los soldados franceses tratan de ponerse a cubierto, pero ni siquiera su prodigiosa rapidez salva el extraordinario atleta; las esquirlas de las bombas y las balas de las ametralladoras alemanas son aun más rápidas que él y la historia del prodigioso corredor de fondo se detiene antes de cumplir los 25 años.

El nuevo estadio Jean Bouin, en París, sede del Stade Français de rugby

Lo que no terminó en lo que en Francia llaman 'el campo del honor' fue su legado y su leyenda. Sus records perduraron un buen número de años. El del 10000 hasta que lo batió Nurmi en 1921. El mundial de la hora resistió hasta 1928, cuando también acabó siendo superado por el heredero de aquel primer ‘finlandés volador’ que había ganado a Bouin en Estocolmo. Y la plusmarca de Francia aguantó aun mucho más, hasta que Alain Mimoun, 43 años después, recorrió apenas 47 metros más en sesenta minutos allá por el año de 1956, cuando Bouin, de seguir vivo, habría estado cerca ya de cumplir los setenta. En lo que a su recuerdo se refiere, son numerosas las instalaciones deportivas francesas que llevan su nombre, con el futurista estadio parisino dónde juega sus partidos de rugby el Stade Français cómo más reciente ejemplo. Y desde 1920 miles de corredores se lanzan a las calles de Barcelona para disputar una carrera que le sigue rindiendo el mejor homenaje posible cada año. Una prueba similar a aquella entre Niza y Mónaco que Jean Bouin ganó cinco veces. Una competición urbana con final en un entorno por el que, cómo en el principado monegasco, los monoplazas de Fórmula 1 también corrieron años después de que lo hiciesen los atletas: el parque de Montjuic.

MÁS INFORMACIÓN:

Jean Bouin, le rêve inachevé - artículo sobre Jean Bouin en la web de la 'Societé Generale'

Jean Bouin sacré double recordman le 16 novembre 1911 - Artículo de Le Figaro sobre los records logrados por Jean Bouin en 1911

Jean Bouin : "Comment on devient champion de course à pied" - artículo sobre Jean Bouin con extractos del libro que escribió en 1912

Jean Bouin (1888-1914), de la piste au champ d’honneur – artículo en pdf sobre Jean Bouin con extractos de sus textos publicados en la revista 'La vie au grand air' en 1913

Jean Bouin v Hannes Kolehmainen (1912) Olympic 5,000, Stockholm 1912 Great Races #2 – artículo en la web de historia del atletismo 'RacingPast' sobre la final de 5000 en los JJOO de Estocolmo 1912

Breve historia de la Jean Bouin – resumen de la historia de la carrera barcelonesa en su web oficial

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