LOS ALL BLACKS DEL ATLETISMO:
3– LA ÉPOCA DE WALKER, DIXON Y QUAX

Los triunfos de Snell, Halberg y compañía en la década de los 60 inspiraron a una nueva generación de los atletas neocelandeses que mantendrían en los años 70 la presencia de los corredores vestidos de negro en los primeros puestos de las carreras de mediofondo y fondo. Pero, curiosamente, uno de los factores que les haría más difícil repetir los triunfos de sus antecesores se derivaba precisamente de sus logros. Las técnicas de Arthur Lydiard acabarían traspasando las fronteras de Nueva Zelanda para ser adoptadas por atletas de otros países y, por ejemplo, estarían en la base del resurgir de los corredores finlandeses, rememorando con sus hazañas durante la década de los setenta la gloriosa época de los ‘fying finns’ y su máximo exponente, Paavo Nurmi. El retorno a la élite de los nórdicos, junto a la definitiva eclosión de los africanos, encareció aun más las siempre complicadas victorias al máximo nivel internacional, y contribuyó a que la cosecha olímpica de los All Blacks no fuera tan numerosa cómo en los sesenta..

En lo que a competiciones olímpicas se refiere, la primera de la década fue la disputada el año de 1972 en Munich, y la presencia de los atletas vestidos de negro se dejó ver sobre todo en su prueba más clásica, el 1500. De los ocho finalistas, dos eran neocelandeses, el joven Rod Dixon, que debutaba con la camiseta All Black a sus 22 años, y el algo más experto Tony Polhill. Y aunque en la carrera decisiva faltaba uno de los grandes favoritos, el estadounidense Jim Ryun, víctima de una caída en las series clasificatorias, la lucha por las medallas no iba a dejar de ser cerrada, con el vigente campeón, Kipchoge Keino, cómo máximo aspirante a repetir el oro logrado en México, y su compatriota Mike Boit, el británico Brendan Foster o el finlandés Pekka Vasala dispuestos a pelear también por las primeras plazas. Tras un inicio de carrera en el que Foster lideraba el grupo pero el ritmo no era alto, Keino tomaba las riendas a dos vueltas del final y pronto ponía al resto de competidores en fila de a uno.

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Polhill (a la izquierda) y Dixon (688) en la final de 1500 de Munich 72 con Herman Mignon (59), Pekka Vasala (226), Paul-Heinz Wellmann (408) y Kipchoge Keino (576)

Al paso por el toque de campana, el keniata seguía en cabeza, pero Vasala, Foster, Dixon, Boit y el belga Mignon le seguían de cerca. El campeón olímpico avivaba aun más el paso en la recta de contrameta y sólo el finlandés era capaz de mantenerse a su estela, mientras Boit y Dixon cedía algo de terreno y tanto Mignon cómo Foster quedaban ya descartados para la pelea por los metales. En la recta final, los segundos de cada uno de estos dúos se emparejaban con los primeros y vencían en las respectivas peleas por el oro y el bronce: Vainio lograba rebasar a Keino para conseguir la victoria y Dixon superaba a Boit en la pelea por la tercera plaza. El neocelandés añadía una nueva medalla a la cuenta del atletismo ‘All Black’, la decimocuarta de la historia… y la única que sumaría en los Juegos de Munich.

Vídeo de la final de 1500 en los JJOO de Munich 1972

La cosecha se duplicaría en los siguientes, los celebrados el año de 1976 en Montreal. Y de nuevo las pruebas de medio fondo y fondo serían el terreno de caza predilecto para los hombres de negro. La primera opción, y además doble, llegaba para los neocelandeses en la final de los 5000 metros, prueba a la que se había pasado con éxito Rob Dixon tras ver cómo otro joven ‘kiwi’, John Walker, le había superado en la final del 1500 en los juegos de la Commonwealth de 1974. Un año después, Dixon ya se había convertido en uno de los mejores del mundo en la distancia de los cinco kilómetros, liderando el ranking mundial de 1975. Y en la cita olímpica de la ciudad canadiense se presentaba en la final cómo uno de los más firmes candidatos a destronar al sensacional Lasse Viren, que buscaba repetir su doblete 5000-1000 de Munich, con el añadido de participar además en la maratón. En el empeño de batir al nórdico acompañaba a Dixon otro atleta enfundado en la camiseta negra con el helecho plata, Dick Quax, que le había precedido en cuanto a empezar con el 1500 antes de pasarse al 5000, prueba en la que ya había competido en Munich, aunque entonces no había pasado de las series clasificatorias.

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Dixon (691) y Quax (689) por detrás de Viren y Foster a falta de cinco vueltas en la final de 5000 de Montreal 1976

Y tanto Dixon cómo Quax estaban en el grupo de cabeza cuando, después de una carrera bastante lenta, Viren tomaba el mando a falta de dos vueltas y media para el final. Aunque el grupo disminuía de tamaño, su ritmo no era lo suficientemente alto para descolgar al dúo ‘All Black’, ni tampoco a los dos británicos, Ian Stewart y Brendan Foster, al germano Klaus-Peter Hildenbrand o al voluntarioso portugués Aniceto Simoes, que hacía ‘la goma’ pero se resistía a ceder. Los seis iniciaban muy juntos la última vuelta. Era el escenario ideal para que dos ‘milleros’ cómo los neocelandeses impusiesen su velocidad terminal. Pero, en los cuatrocientos metros que iban del toque de campana a la llegada a meta, el finlandés parecía estar protegido por una especie de campo de fuerza que repelía cualquier intento de arrebatarle la primera plaza. Dixon trataba de ponerse a la altura de Viren al inicio de la última curva pero no lo lograba. Hildenbrand rebasaba al neocelandés por el exterior y llegaba a emparejarse con el líder en pleno viraje justo cuando, más por fuera, Quax llegaba a la altura de ambos. Al entrar en la recta final, el germano cedía pero el atleta de negro aun persistía en su empeño de superar al de azul. Dixon, abriéndose a la calle 3, tampoco se rendía. Pero no había nada que hacer, Viren era un muro infranqueable, Quax se tenía que conformar con la segunda posición y Dixon pagaba su último esfuerzo siendo sorprendido en el último instante por Hildenbrand, que se desplomaba sobre la línea de meta, atravesándola apenas unas centésimas de segundo por delante. El resultado era agridulce para los atletas de Nueva Zelanda, con una brillante plata para Quax y la decepción para Dixon que siempre supone quedarse tan cerca de metal y ver cómo se escapa en el último momento.

Imágenes de la final de 5000 en los JJOO de Montreal 1976

Al día siguiente, el 31 de agosto, se disputaba la final del 1500. Y, una vez más, la prueba de la ‘milla métrica’ volvía a tener cómo gran candidato al triunfo a un atleta vestido de negro. Se trataba de John Walker, que llegaba a Canadá cómo máximo favorito, a lo que contribuía tanto su extraordinaria clase cómo una curiosa pirueta del destino que unía el rugby con el atletismo. La gira que los ‘All Blacks’ habían realizado por Sudáfrica el año anterior, en plena época de contestación internacional a la odiosa política del ‘apartheid’, había acabando por provocar el boicot a los Juegos Olímpicos por parte de los países africanos, nada contentos con la positiva exposición mediática para el régimen de Pretoria de los partidos disputados en su territorio por la selección neocelandesa de rugby. Y aunque los keniatas, con el gran Kipchoge Keino ya fuera de concurso desde su paso al profesionalismo, no tenían todavía un verdadero sucesor en la distancia, también era africano Filbert Bayi, el gran rival del neocelandés en los años previos a aquellos Juegos. El Tanzano era el recordman mundial del 1500, tras vencer de forma espectacular, dominando de principio a fin, esa final de los juegos de la Commonwealth de 1974 en la que Walker había tomado el relevo de Dixon cómo mejor atleta de Nueva Zelanda en la distancia. Y Bayi también tuvo en su poder la plusmarca de la milla por unos meses, hasta que se lo arrebató precisamente Walker con una fantástica carrera en Goteborg que le convertía en el primer hombre en completar la distancia por debajo de 3’50”.

Vídeo de la final de 1500 de los Juegos de la Commowealth de 1974

Pero con su país adhiriéndose al boicot africano a los Juegos de Montreal, Bayi no tenía opción de acudir a la cita olímpica… que, de todas formas, es probable que tampoco hubiese podido disputar en las mejores condiciones, a causa de una malaria que le afectó meses antes. Sea cómo fuere, Walker iba a Canadá decidido a lograr la medalla de oro en el 1500, especialmente tras no alcanzar siquiera la final en el 800, la otra prueba en la que tomaba parte. Y aun sin Bayi no le iban a faltar rivales en una carrera que, ausentes los africanos, congregaba junto al neocelandés a otros ocho atletas de raza blanca. Seis eran europeos (los británicos Moorcroft y Clement, el irlandés Coghlam, el belga Van Damme, el alemán Wellman y el húngaro Zemen), uno era americano (el estadounidense Wohlhuter, medallista en 800) y el otro venía también de Oceanía (el autraliano Crouch). Sin africanos en pista para tirar de salida, cómo solía ser su táctica, nadie tomaba realmente la iniciativa y el ritmo era lento, con los nueve corriendo muy juntos y la carrera destinada a decidirse en un apretado sprint. Una situación que debía favorecer, sobre todo, a Coghlan, hombre de final explosivo, o a Wohlhuter, el rápido ochocentista estadounidense.

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Walker pegado a Coghlan al paso por el toque de campana en la final de 1500 de Montreal 1976

El irlandés iniciaba la última vuelta en cabeza, al frente de un grupo muy compacto en el que Walker, corriendo pegado a la línea de la calle uno, era segundo mientras Wohlhuter trataba de ganar posiciones por el exterior de la dos. Y cuando el neocelandés notaba que el estadounidense estaba llegando a su altura, a falta de algo menos de 300 metros, pasaba al ataque, estiraba la ya de por sí amplia zancada que le permitían su largas piernas, rebasaba al irlandés para situarse en cabeza, tiraba con todas sus fuerzas y, sin mirar atrás en un solo instante, recorría la última curva y la recta final en cabeza, inalcanzable pese al esfuerzo de Van Damme, que había pasado a ocupar la segunda posición pero no lograba recortar la diferencia que le separaba de la primera. Aunque tanto el belga cómo el alemán Wellman y el irlandés Coughlan se le acercaban en los últimos cinco o seis metros ya era tarde, Walter tenía incluso tiempo de celebrar su victoria brazos en alto. Doce años después del oro de Snell en Tokio, y cuarenta desde la victoria de Lovelock en Berlín, otro atleta vestido de negro y con el helecho plateado cómo escudo se proclamaba campeón olímpico en la prueba más apreciada por los neocelandeses.

Final de 1500 en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976

Un éxito que no se ha vuelto a repetir desde entonces, aunque en dos ocasiones ha habido un ‘All Black’ en puestos de podio de la ‘milla métrica’. En ambos casos se ha tratado del mismo atleta, Nick Willis, que sacó el máximo partido de su excelente final para conseguir ‘metal’ en dos carreras tremendamente tácticas… o, más bien, ¡extraordinariamente lentas! El neocelandés fue plata en los juegos de Pekín del 2008, tras llegar tercero y ganar posteriormente una plaza al ser suspendido Ramzi por ‘doping’, y bronce, ocho años después, en los últimos disputados hasta la fecha, los de Río del 2016. Y en ambos casos lo consiguió abriéndose paso en los metros finales después de llegar a la última curva lejos de las tres primeras posiciones. Una notable hazaña, aunque no haya ido acompañada del oro, que convierte al mediofondista neocelandés en el único de su país que ha ganado dos medallas olímpicas en la prueba favorita por aquellas latitudes.

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Willis, de negro en el centro, entra tercero en la final de 1500 de los JJOO de Río 2016

Precisamente, la medalla de bronce lograda por Willis en Río es, por el momento, la última del atletismo de Nueva Zelanda en los Juegos Olímpicos, elevando su total a veinticuatro, mientras que la de Pekín fue la decimonovena. Entre esa y la de Walker en Montreal, que había sido la decimosexta, llegaron dos más. Y otras cuatro consiguieron los atletas neocelandés entre las dos de Willis. De esas seis medallas, cinco las han logrado mujeres y sólo una corresponde una prueba de carrera. Se trata precisamente de la primera, la de bronce en la maratón femenina de Barcelona 92 ganada con extraordinario mérito por Lorraine Moller. Una atleta poco menos que indestructible, que había iniciado su larga trayectoria internacional 18 años antes, siendo quinta en los 800 metros de los Juegos de la Commonwealth antes de especializarse en la histórica distancia de los 42,195 kilómetros. Lorraine ganó de forma consecutiva sus ocho primeras maratones, y entre sus triunfos no estaban carreras de segunda fila precisamente, ya que fue la vencedora en la maratón de Boston de 1984 y se impuso en tres ocasiones de la de Osaka. En 1992, la neocelandesa llegaba a Barcelona con treinta y siete años de edad para disputar la que sería su tercera maratón Olímpica, después de haber sido quinta en Los Ángeles 1984, el esperado estreno de la maratón para las mujeres en unos Juegos, mientras que le había ido bastante peor cuatro años después en Seul, dónde sólo pudo acabar trigésimo tercera. Pero cuando ya casi nadie contaba con ella, en España volvió a los puestos que le eran habituales, los de cabeza, y con su magnífica tercera plaza en la durísima carrera que concluía en el Estadio de Montjuic, acabó con la sequía de medallas olímpicas para el atletismo de su país, que duraba desde el oro de Walker dieciséis años antes en Montreal.

Pero aun tendrían que pasar otros dieciséis años para que volviera a sonar el himno de Nueva Zelanda en la ceremonia de entrega de medallas de una prueba de atletismo olimpico. Sería en el fastuoso ‘nido’ de Pekín y sus acordes se escucharían en honor de la protagonista de tres de las cinco medallas ‘All Black’ que nos quedan por mencionar: la sensacional lanzadora de peso Valerie Adams, campeona olímpica en Pekín 2008 y Londres 2012, y subcampeona en Río 2016. Una atleta que merece, sin duda, más espacio que el dedicado a ella en esta serie, centrada sobre todo en las pruebas de carrera en pista, y que, además, reúne todas las características más típicas de los famosos ‘All Blacks’ del rugby con los que iniciábamos el relato hace un par de capítulos. De un lado, por la mezcla de razas y culturas, seña de identidad del equipo neocelandés, ya que el padre de Valerie era inglés y su madre es de Tonga. Y del otro, por un fornido cuerpo, de más de metro noventa de altura y en torno a los 120 kilos de puro músculo que, en fuerza y agilidad pese al tamaño, en nada tiene que envidiar a los de sus compatriotas masculinos que pelean por el balón ovalado en 'malls' y 'melées'. En su caso, en lugar de una pelota de cuero, lo que maneja con pasmosa habilidad es una pesada bola de hierro que lanza más allá de los 20 o incluso 21 metros cómo si tal cosa. En su haber, además de dos oros y una plata olímpica, figuran nada menos que siete títulos de campeona del mundo (cuatro al aire libre, tres en pista cubierta)… y eso sin contar los que logró también en las categorías inferiores, ya que ganó el mundial en todas antes de alcanzar la absoluta. Logros a los que añade desde hace apenas un mes el de ser madre, demostrando una vez más que la práctica del deporte al más alto nivel no está reñida en absoluto con la maternidad.

Imágenes de la final femenina de lanzamiento de peso en los JJOO de Londres 2012

La cosecha de metales del atletismo de Nueva Zelanda se completa con los bronces alcanzados en Río por otro lanzador de peso, Thomas Walsh, y por la saltadora de pértiga Eliza McCartney. En total, veinticuatro medallas para los ‘All Blacks’ del atletismo desde aquel bronce de Arthur Porrit hace casi un siglo en París, la primera medalla ganada por un atleta vestido de negro y con un helecho plateado cómo único adorno para su camiseta. Una indumentaria que ha hecho famosa sobre todo el rugby pero que también ha tenido sus muy numerosos y memorables momentos de gloria olímpica en las pistas de ceniza y tartán de todo el mundo.

MÁS INFORMACIÓN:

JOHN WALKER WINS GOLD IN MONTREAL, 31 JULY 1976 - artículo en la web oficial de la historia de Nueva Zelanda sobre la victoria de Walker en los JJOO de Montreal 1976

NEW ZEALAND'S GOLDEN OLYMPIC MOMENTS: JOHN WALKER IN MONTREAL 1976 - Artículo de Tony Smith en el 2012 sobre sobre la victoria de Walker en los JJOO de Montreal 1976

JOHN WALKER INTERVIEW - entrevista a John Walker publicada el 1 de junio del 2013 en 'Athletics Illustrated'

ROD DIXON – artículo sobre Rod Dixon en la web del comité olímpico de Nueva Zelanda

DICK QUAX PROFILE – artículo en la web de historia del atletismo RacingPast sobre Dick Quax

LORRAINE MOLLER – entrevista de Gary Cohen a Lorraine Moller en febrero del 2012

VALERIE ADAMS: "LO PEOR ES LA MEDIOCRIDAD" - entrevista a Valerie Adams publicada en el diario Sport en el 2015

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