JULES LADOUMÈGUE,
LAS PIERNAS MÁS FAMOSAS DE FRANCIA

En los años treinta del siglo pasado las piernas más famosas de Francia eran las de la Mistinguett, las de Marlene Dietrich y las de ‘Julot’. Estas últimas no pertenecían a una atractiva artista como las dos primeras mencionadas, si no que eran las del atleta Jules Ladoumègue, todo un ídolo casi a su pesar, ya que se trataba de un hombre de lo más tímido y a quien las grandes multitudes no le gustaban especialmente.

Su carácter reservado y hasta frágil no debe de extrañar teniendo en cuenta sus orígenes. Apenas unos días antes de su nacimiento fallecía su padre, víctima de un accidente laboral en el puerto de Burdeos. Y poco más de dos semanas después de venir al mundo, perdía a su madre en un incendio en la vivienda que ocupaban.

Acogido por sus tíos, el pequeño Jules crecía… ¡especialmente sus piernas! Su figura, de tronco corto y largas extremidades, le daba una apariencia algo extraña que, en sus propias palabras, le hacía correr con el estilo de un canguro: más a saltos que a base de las armoniosas zancadas propias de un atleta. Pero, aun con esa peculiar forma de moverse, el joven Ladoumègue pronto empezaba a lograr victorias en carreras de su zona. Y aunque algún triunfo fuese tan rocambolesco como el que conseguía cuando su perro, al ver a su amo perseguido, mordía el tobillo del competidor que trataba de arrebatarle la primera posición en una carrera popular, estaba claro que el chico tenía potencial.

Esas primeras victorias le reportaban, además, algo de dinero en premios, lo que le venía muy bien para complementar su exiguo sueldo de aprendiz de jardinero. Así que, viendo que lo de correr se le daba bien, el joven Jules empezaba a pensar en como mejorar su técnica. Y la respuesta le llegaba viendo a los potros que entrenaban cerca de su lugar de trabajo. Se trataba de caballos que competían en pruebas de trotones, esas en las que corren tirando de un pequeño carro de dos ruedas y lo hacen no al galope si no con un elegante paso en el que destaca el modo en que elevan las rodillas. En ello se fijaba Ladoumègue, y aunque verle imitar el trote de los caballos causaba las burlas del vecindario a él no le importaba, seguro como estaba de que ese estilo, de rodillas elevadas y largas y regulares zancadas, le iba a permitir ser mucho más rápido en las pruebas atléticas que su forma natural de correr prácticamente dando botes.

Y, en efecto, así era. Jules se unía a un club de atletismo de su cuidad natal, Burdeos, y empezaba a conseguir triunfos de cada vez mayor nivel, casi siempre en pruebas de campo a través, con distancias entre los 10 y los 20 kilómetros. Al tímido muchacho le gustaba correr por el bosque y en solitario, como los caballos que le habían inspirado. Pero los miembros de otro club de la zona, el Stade Bordelais, veían en él más posibilidades como atleta en pista. Una especialidad que empezaba también a llamar la atención de aquel chico de dieciocho años de edad que tenía colgada en la pared de su cuarto una foto del gran Paavo Nurmi, a quien soñaba con poder emular algún día. Así que recalificado como amateur, a base de pagar su nuevo club la correspondiente tasa, ya que, al haber competido en carreras que daban premios en metálico, las reglas de la época le consideraba un profesional aunque, evidentemente, no lo fuese en absoluto, su interés se decantaba entonces por las carreras de media distancia.

Su inicio en las pruebas de pista era más bien desastroso, agobiado por el ruido del estadio, mezcla de los gritos del público y del excitado comentarista que narraba la carrera a través de los altavoces. Pero poco a poco se iba acostumbrando al nuevo entorno. Con apenas diecinueve años, terminaba tercero en el campeonato de Francia de 5000 y era seleccionado por primera vez para representar a su país a nivel internacional. Y aunque el año siguiente era complicado, al tener que cumplir el servicio militar, sus marcas ya le situaban entre los mejores no solo en su país sino en el ranking mundial. Además, al final de la ‘mili’, que hacía en París, conocía a uno de los mejores entrenadores franceses de la época, Charles Poulenard, que se encargaba de pulir, definitivamente, el que sería uno de los estilos de correr más elegantes nunca vistos en las pistas de atletismo.

Además, el año siguiente, 1928, era olímpico. Y con el servicio militar ya terminado, Ladoumègue se quedaba en la capital, se unía al potente club del Stade Français y, siguiendo los consejos de su entrenador, que le veía más potencial en el 1500 que en el 5000, se concentraba en la distancia más corta. La decisión era de lo más acertada, Jules ganaba el campeonato de Francia y, poco después, batía el record nacional a la vez que establecía la mejor marca mundial del año con 3:52.2. Un registro que le convertía no sólo en la máxima esperanza gala para el 1500 en los Juegos de Ámsterdam, también en uno de los grandes favoritos al oro. Un peso extra para el tímido joven de 21 años que no se encontraba nada a gusto en la férrea disciplina del equipo olímpico galo desplazado a la ciudad holandesa.

Aun así, Ladoumègue llegaba a la final del 1500 y entraba en la última vuelta de la misma en plena lucha por la victoria contra los finlandeses Larva y Purje. Jules superaba al primero, se lanzaba a la caza del segundo, que había tomado unos metros de ventaja, y lo rebasaba cuando se entraba en la recta de meta. Pero el esfuerzo le pasaba factura y a apenas unos metros de la llegada era adelantado por el otro finés, Larva, que había asistido de cerca al duelo entre los dos primeros y acababa por ganarlos a ambos para conseguir la medalla de oro, teniendo que conformarse Ladoumègue con la de plata. En todo caso, un resultado magnífico para un atleta de tan solo 21 años de edad en la que era realmente su primera gran competición a nivel mundial.

Aun así, Ladoumègue llegaba a la final del 1500 y entraba en la última vuelta de la misma en plena lucha por la victoria contra los finlandeses Larva y Purje. Jules superaba al primero, se lanzaba a la caza del segundo, que había tomado unos metros de ventaja, y lo rebasaba cuando se entraba en la recta de meta. Pero el esfuerzo le pasaba factura y a apenas unos metros de la llegada era adelantado por el otro finés, Larva, que había asistido de cerca al duelo entre los dos primeros y acababa por ganarlos a ambos para conseguir la medalla de oro, teniendo que conformarse Ladoumègue con la de plata. En todo caso, un resultado magnífico para un atleta de tan solo 21 años de edad en la que era realmente su primera gran competición a nivel mundial.

Sin embargo, perder en el sprint de la final olímpica tenía probablemente la culpa del cambio de sistema de entrenamiento que llevaba a cabo de cara a la temporada de 1929, cuyos resultados no eran tan positivos. Jules dejaba de hacer cross en invierno para concentrarse en entrenar más su velocidad, pero sus marcas estaban lejos de las conseguidas anteriormente. Había perdido fondo sin ganar esa explosividad terminal que buscaba. El experimento había fracasado y tocaba volver a lo conocido y que tan bien le había funcionado anteriormente, el cross en invierno.

El retorno a los orígenes era todo un éxito y en 1930 nadie era capaz de correr más deprisa que Ladoumègue ni de ganarle en un duelo directo. El francés lograba el record mundial de los 1500 en París, en una carrera preparada a conciencia en la que contaba con la ayuda de dos compañeros de equipo como liebre… y hasta del posible milagroso efecto del agua traída del Santuario de Lourdes que su tía vertía sobre la pista instantes antes del inicio de la prueba. El crono de 3:49.2 le convertía, además, en el primer hombre en correr los 1500 por debajo de los tres minutos cincuenta segundos.

El record de los 1500 era el primero de los seis que llegaba a acumular Ladoumègue en los siguientes meses. Algunos en distancias escasamente disputadas, como los tres cuartos de milla o las dos mil yardas. Otros de más nivel, como los de los 1000 y los 2000 metros. Y uno de especial relevancia, el de la muy británica milla, donde, además, la marca a batir pertenecía a su ídolo juvenil, Paavo Nurmi, con 4:10.2. Un objetivo que Jules alcanzaba en otra carrera ante su público, en el parisino estadio de Jean Bouin, su casa en el más estricto sentido de la palabra, ya que vivía en un edificio anexo al mismo.

Espoleado por los espectadores y por la motivación extra que para él suponía batir a Nurmi, aunque fuese en la distancia, el ya popularmente conocido en toda Francia como ‘Julot’ alcanzaba la cinta de meta con un registro de 4:09.2. Era su sexto record mundial y, además, significaba ser también el honor de ser el primero en romper otra barrera sicológica, la de los cuatro minutos diez segundos en la distancia fetiche de los ingleses.

Nada ni nadie parecía poder detener al joven prodigio galo ante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1932. Pero entonces se interponía en su camino la estricta normativa existente por aquel entonces sobre el amateurismo. Se le acusaba de haber participado a cambio de dinero en varias carreras y de que su puesto de trabajo en el club para el que competía no era si no un subterfugio para pagarle un sueldo a cambio de una actividad labora que, en realidad, no desempeñaba. El proceso era rápido y la sanción firme, Ladoumègue quedaba apartado del deporte amateur y, por tanto, no podía tomar parte en los Juegos de Los Ángeles, a los que acababa acudiendo como espectador junto a su ídolo, Nurmi, víctima de igual destino por la misma causa.

Por mucho que ‘Julot’ protestase, que la prensa se pusiese de su lado y que la afición gala lo aclamase en los estadio aun cuando no participaba, la justicia deportiva de su país se mostró inflexible. De nada valió, siquiera, la increíble manifestación de apoyo, organizada por el ‘Paris Soir’, que congregó a cuatrocientas mil personas en los Campos Elíseos para ver correr a Ladoumègue en solitario. El tímido atleta confesó años después sentir hasta miedo ante aquella multitud enfervorizada, que le vitoreaba y rodeaba mientras recorría la famosa avenida parisina escoltado por una nube de ciclistas y asediado por multitud de fotógrafos.

Poco después, nada de eso importaba ya, la guerra era inminente y Ladoumègue se incorporaba a filas. El atletismo pasaba a un segundo plano, para él y para todos aunque, sorprendentemente, cuando se acercaba el final del conflicto bélico, en 1944, la federación decidía levantarle el castigo. De todas formas, ya era tarde, su carrera deportiva se había truncado, quedando reducida en los años posteriores a la sanción a unas cuantas pruebas de exhibición en las que había tomaba parte como profesional, y a una cuando menos pintoresca incorporación al mundo del espectáculo, trabajando en un circo donde era presentado como el hombre de la zancada más larga del mundo. Su elegante correr, que le llevaba, según decían, a cubrir 2.25 metros en cada paso, se convertía entonces en reclamo circense tras haber sido anteriormente su seña de identidad en las pistas atléticas. Con estas se volvía a vincular años después, ya en la década de los cincuenta, pero no como atleta si no en calidad de informador radiofónico.

Y durante todo ese tiempo, lo que nunca decayó fue su popularidad en toda Francia. Su historia, recogida un libro autobiográfico titulado ‘Dans ma foulée’, había captado la imaginación de los aficionados galos, su forma de correr les había cautivado y sus éxitos les habían emocionado como pocas veces, antes o después, lograría ningún otro atleta francés. Sus largas piernas y el elegante modo en que las movía todavía se recuerdan en el país vecino como un auténtico icono de otra época del atletismo, cuando era pecado y estaba prohibido lo que ahora se trata de fomentar: que los atletas con más talento puedan dedicar sus mejores años a la práctica del deporte sin tener que preocuparse por nada más que entrenar y competir. Los tiempos han cambiado aunque, para ‘Julot’ y muchos otros como él, ese cambio llegara demasiado tarde.

MÁS INFORMACIÓN:

Jules Ladoumègue – artículo en la Wikipedia francesa

Jules Ladoumègue Profile – artículo en la web inglesa RacingPast

Jules Ladoumègue. Coge el dinero y corre! – artículo en la web española RedRunners

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